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Lesa Humanidad

Paula Logares: «Hoy puedo decir quién soy»

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La primera nieta restituida por la Justicia argentina, testimonió en el juicio por crímenes de lesa humanidad «Brigada San Justo». De su declaración se desprendió que la Brigada funcionó como uno de los centros clandestinos más importantes del Plan Cóndor y que sus jefes fueron parte del Plan Sistemático de Robo de Bebés. Sus padres, que estaban exiliados en Uruguay, fueron secuestrados en 1978. Y ella, con 23 meses de vida, fue apropiada por uno de los represores que participó del operativo.

    Nietas. Paula Logares abraza a Victoria Moyano

Por: Julia Molina
Fotos: María Paula Ávila
Publicada: 17/11/18

—¿Por qué me mentiste durante tanto tiempo? —le preguntó Paula Eva Logares, nieta restituida, a Raquel Teresa Leyro, ante la presencia del juez que ordenó el encuentro. Ocurrió hace unos 30 años.

La mujer escuchó y se puso a llorar. No le respondió por qué le mintió sobre su identidad durante seis años, tratándola como su hija biológica.

Paula corrió la mirada hacia Rubén Luis Lavallén.

—¿Qué hiciste con mis papás?

Por unos segundos el exsubcomisario de la Policía de la Provincia de Buenos Aires –que prestó funciones en la Brigada de Investigaciones de San Justo hasta el 1 de julio de 1978– , titubeó.

—No, no.Tus padres somos nosotros.

La entrevista terminó a los pocos minutos. Esa fue la última vez que Paula habló con ellos, aunque Lavallén siguió sosteniendo, al menos públicamente, que ella era su hija.

Elsa Pavón sentada en la sala, esperando escuchar la declaración de su nieta

Los intentos del matrimonio Lavallén por recuperar a la niña que apropiaron con 23 meses de vida luego del secuestro de sus verdaderos padres Mónica Grinspon y Claudio Logares en 1978, comenzó cuando fue restituida y entregada a su abuela, Elsa Pavón -una de las primeras integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo-, el 13 de diciembre de 1984.

Raquel se le presentó a Paula varias veces a la salida de la escuela. Una vez, incluso, llevó una bolsa. Adentro había uno de los muñecos con los que Paula solía jugar.

—Nunca los extrañé. Nunca quise volver con ellos —dice la primera nieta restituida por vía judicial en Argentina, en la doceava audiencia del juicio por la Brigada de Investigaciones de San Justo (BISJ), sucedida el último miércoles en La Plata-.

De su declaración se desprendió que la Brigada de San Justo funcionó como uno de los centros clandestinos más importantes del Plan Cóndor y que sus responsables fueron parte del Plan Sistemático de Robo de Bebés.

***

Paula entra a la sala de audiencias por la puerta del fondo; tiene una camisa blanca, con un bordado de flores rojas que le rodean el pecho y la espalda. Se detiene frente a su abuela, Elsa Pavón, a una de sus hijas y saluda a María Victoria Moyano Artigas, nieta restituída en 1988. Extiende sus brazos y se lleva las manos a la boca. Da media vuelta, de cara a los jueces y se sienta.

—¿Usted.los conoce de alguna manera? —pregunta el juez Alejandro Esmoris después de haber nombrado a los 18 imputados.

—Claramente puedo recordar el apellido de Vidal porque siendo niña, él fue médico mío -responde Paula-.

Jorge Héctor Vidal es un médico retirado de la Policía Bonaerense estuvo asignado a la BISJ entre el 28 de septiembre de 1976 y el 3 de abril de 1979. Varios sobrevivientes cuentan que Vidal presenciaba las “sesiones” de tortura a cara descubierta, con el guardapolvo blanco y que les explicaba a los torturadores los efectos de la picana.

 Norberto Liwski, sobreviviente, contó que, cuando le mostraron la ropa de sus hijas de tres y seis años en ese entonces, el represor José “Tiburón” Antonio Raffo le preguntó a Vidal a partir de qué peso era posible torturar a un niño con descargas eléctricas. El médico contestó: “A partir de los 25 kilos”.

Pero, además, Vidal fue quien falsificó los certificados de nacimiento de varios nietos que hoy fueron recuperados. Entre ellos está el de Paula Eva Logares, hija de Mónica Grinspon y Claudio Logares, y el de María Victoria Moyano Artigas. El médico la había anotado como Paula Luisa Lavallén, nacida el 25 de julio de 1978, casi un año y medio más chica de lo que en realidad era (nació el 10 de junio de 1976).

—Cuando mi abuela me encontró se sorprendió porque me vio vestida de jardín, cuando en realidad yo tendría que estar con el guardapolvo de primaria; y es que me anotaron mal —cuenta Paula, con la sala en silencio—. En lo físico respondía como más chica. (…) Cuando me fue a vivir con mi abuela, pegué el estirón y al poco tiempo ya parecía de mi edad real.

Paula recuerda el día de diciembre de 1984 en que la llevaron al Palacio de Tribunales. Tenía apenas ocho años. Recuerda el momento en que dos asistentes sociales la separaron del matrimonio Lavallén. La llevaron a una Cámara Gesell y cuando estuvo a solas, él le contó que ellos no eran sus padres y que su familia la estaba buscando. Por la puerta entró Elsa, quien le mostró fotos de cuando era bebé; una le llamó la atención: se reconoció.

—¿Te acordás que te gustaba ver la luna? —le preguntó su abuela—. ¿Te acordás de cuando Caio—como le decía Paula a su papá— te llevaba acococho?

La niña se puso a llorar y durmió por una hora y media.

Paula Logares, Elsa Pavón y la hija de Paula
***

—Cuando me preguntan por mi nombre, hoy puedo decir quién soy porque en su momento sufrí lo que se conoce como sustitución de identidad. Soy Paula Eva Logares, hija de Mónica Sofía Grinspon y de Claudo Ernesto Logares —dice Paula en otra parte de su declaración. Elsa le agarra la mano a su bisnieta y ambas miran fijo a Paula—. Vivíamos en Uruguay, mis papás estaban exilidados. Hasta que los secuestraron.

El 18 de mayo de 1978 se preparaba como un día de familia para el matrimonio Grinspon-Logares y su hija de 23 meses. Querían aprovechar el feriado nacional uruguayo para disfrutar del Parque Rodó. Se subieron a un colectivo y bajaron en la calle 14 de julio. Caminaron hasta la otra parada, pero cuando pasaron por el Cine Miami, tres autos los interceptaron. Claudio y Mónica sabían que los venían a buscar. Los encapucharon. A la nena también.

A Mónica la hicieron entrar por la puerta del garaje de la Brigada de San Justo. En un segundo, agarraron a la nena e hicieron fuerza para quitársela.

—Tengo la idea de la separación de los brazos de mi madre. Queriendo agarrarnos nosotras —dice en su testimonio mientras se agarra sus propios brazos—. Es un recuerdo que tuve que buscar. No lo tuve todo el tiempo conmigo.

***

—Los Lavallén me anotaron como Paula Luisa Lavallén. Luisa por la mamá de Lavallén y Paula…bueno, Paula soy yo —dice ante los jueces, largando una risa.

Por un tiempo, los Lavallén le propusieron un “juego”: hacer de cuenta que se llamaba de otra manera. Pero Paula se cansó y dejó de jugar. “Además, eso no es un juego”, aclara hoy.

Tiene otro recuerdo de cuando “era” Luisa, en un verano en Mar Del Plata. En una ocasión Paula decidió irse sola, con menos de siete años de edad, para que la gente aplaudiera, como se hace siempre que un niño no encuentra a sus padres.

El 13 de diciembre de 1984 quedó jurídicamente probado que era la nieta de Elsa Pavón, siendo la primera hija de desaparecidos recuperada y usando el análisis de ADN como prueba de filiación. Pero fue en la década de los `90 cuando le otorgaron su Documento Nacional de Identidad, mientras ella acudía a la escuela secundaria.

Durante esos años se tuvo que manejar con un oficio escrito por un juez, que certificaba su verdadera identidad. Pero la escuela municipal de Capital Federal a la cual se cambió, en quinto año, lo rechazó y la anotaron como Paula Luisa Lavallén.

—Presente —respondió obligatoriamente por medio año.

“Eso creaba mucha confusión entre mis compañeros”, cuenta Paula, y agrega: “Lo que era más riesgoso aún, era que si se presentaba Rubén Luis Lavallén y decía que era mi padre, no le iban a decir que no. Era muy fácil llevarme”.

***

Ahora, en la sala de audiencias, su hija y su abuela la observan mientras se toman de la mano. Elsa tiene en su bolsillo un pañuelo húmedo que usa para secarse las lágrimas.

—Después de tanto tiempo, uno se puede dar cuenta que la figura del desaparecido es sólo una formalidad y que la única manera de revertirla es saber qué pasó con ellos, así sean sus cuerpos —dice Paula ante los jueces—. El Estado tiene derecho al acceso a esa información. Estos listados y estas informaciones son cosas que están. Estaría bueno solicitar esta información. (…). Agradezco haber vuelto a vivir con mi abuela, la recuperación de mi identidad; es una lástima que me hayan separado de mi familia.

Paula lleva casi 45 minutos de testimonio. La querella no quiere hacerle más preguntas  la defensa y la fiscalía, tampoco. Antes de retirarse, dice sus últimas palabras:

—Si estamos acá, es porque hay cosas pendientes. Hay maneras de resolverlas. Sabiendo lo que pasó con la gente que aún sigue desaparecida, por ejemplo. Eso va mucho mas allá de una condena. Creo que es suficiente.