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Géneros

Cuando la economía choca contra la igualdad de género

La periodista brasileña, Evilin Matos, visitó Argentina y tras una primera sorpresa al ver en la calle a hombres repartiéndose las tareas con sus parejas, consultó estadísticas y comprobó el abismo entre los géneros. Aquí, un análisis que pone el foco en la relación de economía y feminismo, rescatando voces de especialistas, estadísticas oficiales y nuevas perspectivas entre la academia y la militancia social.

Por: Evelin Matos (redactora del periódico "Zero Hora")
Foto: Matías Adhemar, Nico Freda, María Paula Ávila
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Publicada: 6/06/19

En febrero de este año, tuve mi primera oportunidad de un viaje internacional. Llegué a la Argentina desde Rio Grande do Sul, mi Estado materno. El intercambio de dos semanas se dividió entre estudios, en una escuela de idiomas para extranjeros en el centro de Buenos Aires, paseos culturales por la ciudad y en conocer personas y restaurantes porteños.

En los trayectos de un punto a otro, observé episodios cotidianos inusuales para una brasileña. Hombres paseando con sus hijos, llevándolos a la escuela, alimentándolos. Concretar las premisas de una sociedad igualitaria parecía posible en la ciudad en que el feminismo gana terreno. Pero pronto me desilusioné.

La perspectiva casi palpable perdió el aliento con la lectura de que las porteñas dedican en promedio 4h17min de su día para los quehaceres domésticos, el período se muestra aún mayor cuando se compara con la medida masculina, que corresponde a 1h53min. Las informaciones son oficiales y surgen de la búsqueda Mujeres en el mercado de trabajo argentino realizada en 2018 por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad.

El estudio de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), referente al último semestre de 2018, indica que el 63,5% de los puestos de trabajo son ocupados por hombres, mientras que para las mujeres el número representa el 43,3%. Estas constataciones confirman el abismo entre los géneros.

Además de los datos clásicos sobre el trabajo, la EPH buscó información más específica. La investigación reveló que el 21,5% de las mujeres jóvenes, entre 14 y 29 años, no están trabajando, pero están buscando activamente una ocupación. En comparación con la estimación masculina, el número cae al 17,3%. Por otro lado, el mismo estudio muestra que el 15,2% de las mujeres están ejerciendo subocupaciones, mientras que para los hombres ese dato representa el 11,3%.

A cada nueva investigación y estudio que surge para debatir la situación de las mujeres y demás grupos marginados, el colectivo Economía Femini(s)ta designa a una de sus voluntarias para interpretar los datos que pueden ser difíciles. Creado en 2015 por las feministas Agurtzane Urrutia, Magalí Brosio, Mercedes D’Alessandro e Violeta Guitart, el proyecto parte de la premisa que una de las formas de empoderar a la sociedad es la información. Además de noticias y análisis, la iniciativa lanza cursos online sobre filosofía y economía feminista, y sobre manejo de datos.

El sitio web fue premiado en 2016 con el Premio Lola Mora otorgado por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en la categoría Medios Digitales. En el mismo año, el colectivo publicó el libro «Economía feminista. Como construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour)».

Ocupando las universidades

Un grupo de estudios sobre desigualdades sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) produjo una de las primeras chispas para una disciplina que mezcla feminismo y economía. Inicialmente enfocados en estudiar la historia de la sexualidad, los aún estudiantes se encontraron con materiales que posibilitaban la unión de los dos pensamientos. En 2012, la universidad incluyó en la parrilla curricular del curso Ciencias Económicas la disciplina Economía y Género.

Patricia Laterra, una de las integrantes del grupo de estudios, maestra en Estudios de Género y hoy docente en la UBA, explica: “La Economía Feminista es una interdisciplina que pretende incorporar el análisis de las relaciones de género a las relaciones económicas, que son relaciones sociales y de poder. Se busca, así, estudiar y hacer visibles las dinámicas y desigualdades que ocurren en la referida interrelación”.

A su vez, la Sociedad de Economía Crítica de Argentina y Uruguay (SEC), que desde 2013 busca la democratización y pluralidad de la crítica económica, pasó a contar con el Espacio de Economía Feminista tres años más tarde, con el objetivo de incorporar la perspectiva de géneros en la SEC. Fruto del trabajo de las feministas, de la cual Patricia es miembra, el espacio está atento a la deconstrucción de las relaciones patriarcales y roles de géneros.

La autora Deirdre Hogan dice en «Feminismo, Clase y Anarquismo» que la explotación femenina antecede al capitalismo. Los abusos contra las mujeres y la sobrecarga de la mano de obra femenina con trabajo no remunerado, no son las únicas formas de enriquecimiento que la sociedad se valió: a eso se agrega la explotación del trabajo esclavo, de la clase trabajadora y de los recursos naturales.

Por eso, la economía feminista expande su trabajo hacia las demás vidas que potencialmente pueden ser atacadas, siendo ellas personas LGBTs, trabajadores asalariados, negros y negras. “El pensamiento feminista es fundamental para cambiar el capitalismo. Por ejemplo, pensar la sostenibilidad de la vida, profundizar las discusiones sobre la noción y tensión entre capital y vida, pensar que ese sistema no es sostenido solo, parece autosuficiente, pero requiere la cantidad de trabajo no pagado para sostenerse», apunta Patricia.

Para la economista, hay mujeres que reproducen machismo, entonces un cambio radical no sólo está en nuestras manos. Incluso, para ella, el transfeminismo produce materiales importantes para nuevos pensamientos sociales.

¿Cuánto vale tu trabajo?

La EPH trae una información importante para entender la devaluación de las mujeres en el mercado de trabajo: el estudio indica que la diferencia salarial entre los géneros corresponde al 25,5%.

Mientras que una mujer recibe mensualmente en promedio $ 13.145,40, el salario de los hombres corresponde a $ 17.655,30. La diferencia salarial se muestra aún más acentuada al observar que cuando se trata de las subocupaciones, la discrepancia llega al 34,7%. Las mujeres cuentan con un promedio de 7.226,10 y los hombres con $ 11.070,60. Se sitúa que si la discrepancia salarial permanece en ese ritmo, la igualdad sólo será conquistada en el año 2186.

Existe otra discrepancia entre los géneros: hay menos mujeres en cargos de dirección. En Argentina, los hombres representan el 8,9% de los jefes y directores, mientras que para mujeres esa cifra cae a casi la mitad, 5%.

Además, esta diferencia puede ser explicada por el peso que las construcciones sociales tienen a la hora de seleccionar un profesional. La periodista Angela Saini comprobó que las investigaciones científicas que definieron por décadas las capacidades naturales entre los géneros eran tendenciosas.

Muchos investigadores hombres, sin mujeres en sus equipos, interpretaban los resultados por una visión de superioridad masculina. Los actuales estudios, hechos por mujeres o replicados por innumerables equipos, demuestran resultados diferentes de los convencionales, que fundamentaban  que la mujer es buena en funciones de cuidado y el hombre tiene mayor capacidad con los números.

Naturaleza, sustantivo femenino

El ecofeminismo, vertiente del movimiento feminista que incluye en su lucha cuestiones ambientales, conquistó notoriedad en 1992, cuando en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, ocurrida en Río de Janeiro, eligió entre las demandas sustancias para recuperar la naturaleza de América Latina garantizar los derechos sexuales y reproductivos a las mujeres.

En los ´90, la feminista y militante de los derechos animales Carol J. Adams apuntó en el libro «La política sexual de la carne» que la historia de las mujeres no es pasiva en relación a la protección, principalmente en períodos de guerras y escasez de alimento. Por el contrario, ella identifica que el cuidado de las mujeres era esencial para que las familias sobrevivieran. Por lo tanto, «reconocer la protección que las mujeres desempeñan es una directriz de la economía feminista», según expresa la economista Patricia Laterra.