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Arte y Justicia

Lesa humanidad

Tras las huellas del padre

Gregorio Nachman, actor y director de teatro, fue secuestrado el 19 de junio de 1976 en Mar del Plata, en un operativo de fuerzas conjuntas. Fue un hacedor cultural, dirigió obras políticas y llevó el teatro a los barrios. Su hijo Eduardo, en charla con Perycia, reivindica en el documental «Gregorio por Nachman» el legado de su padre desaparecido en la historia del teatro marplatense. El documental puede verse en los espacios INCAA del país y en salas alternativas.

Por: María Soledad Iparraguirre
Foto: Archivo de Eduardo Nachman 
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24/09/2019

-No vengas. Hay problemas-dijo su hermana del otro lado del teléfono.

 -¿Con papá? -alcanzó a preguntar Eduardo. Oyó un sí como respuesta y la línea se cortó.

Eduardo Nachman había ido a buscar unas latas de películas que su padre le encomendó y aunque no solía hacerlo, de regreso llamó a su casa. Los Nachman habitaban un departamento ubicado en Larrea casi Colón, en Mar del Plata, que adquirieron en el 72 con el Plan de Viviendas Económicas. Eduardo fue igual.

Cuando llegó a la esquina, un mega operativo buscaba a su padre y la calle estaba cortada por un auto y un camión cruzados. Gregorio no estaba allí: lo secuestraron de un local cercano, en el que tenía un negocio inmobiliario. Nachman financiaba la venta de terrenos a los obreros y facilitaba garantías a los compañeros trabajadores. Tiempo atrás, le había firmado una al actor Luis Conti, ligado al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Conti fue secuestrado ese mismo día. También permanece desaparecido.

“Estábamos organizando un asado porque al día siguiente era el día del padre. Habían llegado a la ciudad mi hermano Claudio, y una tía materna con sus dos hijos: escapaban de la represión en Córdoba, su marido era abogado de presos políticos. Fui por unas latas que me pidió mi viejo. Por la noche le tocaba presentar La belleza del diablo en la Alianza Francesa y debía alcanzárselas. Ese fue mi último contacto con él”, cuenta a Perycia Eduardo Nachman, docente, militante de los derechos humanos y miembro de la Red de Solidaridad con Chiapas.

En los primeros momentos, los Nachman recibieron advertencias telefónicas anónimas que exigían silencio. A cambio, les decían, Gregorio sería “blanqueado”: es decir, puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, (PEN). Pero ese silencio no sirvió y la búsqueda del padre se convirtió el norte de la familia.

Presentaron hábeas corpus, recorrieron dependencias policiales, el Ejército, hospitales. Les dijeron que averiguaran en la comisaría Cuarta, célebre por casos de abuso y torturas, donde “caían” los presos políticos. “Cuando te llevan a tu viejo, al momento del secuestro, apelás a todo -dice Eduardo-. Nos dijeron que fuéramos a la cuarta y lo hicimos. Fuimos a la Asociación de Actores, a la CONADEP, aunque mucho no confiábamos. Allí le dijeron a mi vieja que podía estar en algún manicomio, donde también lo buscamos”.

 -¿A quién buscan?-preguntó el oficial.

-A Gregorio Nachman-.

-Ah, judío. ¿El artista?

-Sí-.

 -Ah, puto. Y encima zurdo, ¿Entonces, para qué buscan?

La irónica respuesta policial no frenó a la familia y menos aún a Eduardo. Comenzó a ser perseguido y durante un tiempo se refugió en un campo, cercano a Batán. Continuó la búsqueda de su padre con una identidad cambiada y se acercó a Madres de Plaza de Mayo, transitando el mismo camino de búsqueda pero a la inversa: ellas pedían por sus hijos, él buscaba a su padre.

“Primero estuve escondido en Mar del Plata, en un exilio interno. Luego fui a Buenos Aires y busqué a mi viejo por todos lados. Evitaba el subte. Prefería viajar en colectivo y seguir buscando: desde la ventanilla podía encontrar en las calles a mi papá. También creía que como mi viejo era un tipo público iba a aparecer y yo quería estar ahí. Suponíamos que podía estar disfrazado; siempre lo esperamos. En Buenos Aires conocí a familiares y al tiempo empezaron las primeras rondas, que eran frente a la Casa Rosada, no aún en derredor de la pirámide de Mayo. Se marchaba alrededor del monumento a Belgrano porque esperábamos respuesta de la casa de gobierno. Y las madres nos echaban, sobre todo a los varones jóvenes porque corríamos más riesgo. Era su modo de cuidarnos, las madres nos cuidaban”, relata Nachman a esta agencia.

Gregorio Nachman nació el 24 de febrero de 1930 en La Paternal y abrazó el teatro en su temprana adolescencia. A los 28 años, ganó el concurso para dirigir el teatro de la Universidad de Buenos Aires. Tiempo después, tendría a su cargo la dirección del Teatro de la Comedia en Mar del Plata, por lo que la familia se radicó allí. Dirigió ese elenco desde mediados de los 60’ hasta el momento de su secuestro.

Convencido de que cualquier escenario era válido para acercar la cultura a la gente (“si la gente no va al teatro, el teatro debe ir a la gente”, decía), Nachman llevó puestas teatrales a los barrios, a la cárcel. Con una fuerte impronta de hacedor cultural, Gregorio Nachman generaba hechos artísticos, quebrando to distancia desde su oficio de director, poniendo cuerpo y vida a cada proyecto gestado. Él mismo se ocupaba de coordinar los eventos con las sociedades de fomento barriales, y existe registro fotográfico que lo muestra colaborando en la construcción de los espacios, algunos de ellos sótanos en los que reproducía cine o hacía teatro. Su propia historia terminará por entrelazarse trágicamente con una de las obras más combativas que llevó a las tablas, Un despido corriente, de Julio Mauricio.

Nachman proyectaba montar La Granada, de Rodolfo Walsh, incluso se escribió con el autor de Operación Masacre porque quería darle un tinte poético a su obra. Mauricio le propuso dirigir la obra, que narraba un hecho muy reciente; el de un obrero de la Peugeot, secuestrado por sus vínculos con delegados sindicales y muerto por las torturas. Un despido corriente se estrenó en plena dictadura de Lanusse, en septiembre de 1972, en el contexto universitario de toma de facultades por parte de los estudiantes, en solidaridad con los docentes en huelga.

Cada 19 de junio, en homenaje a su legado, y por decisión de los teatristas locales, se conmemora el Día del Teatro Marplatense y desde 1995, una sala del Auditorium lleva su nombre.

El presente encuentra a Eduardo transformando los dolores, en una activa participación docente en las comunidades zapatistas, en Chiapas. De la experiencia política de su padre, alejado de todo dogma partidario, deviene su búsqueda incesante de una lógica de construcción comunitaria, como en las vueltas del caracol.

 La causa 

Tras cuatro décadas de incertidumbre y lucha férrea por la memoria de Gregorio, los hermanos Nachman declararon en enero pasado, en la mega causa contra 43 imputados por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar, entre ellos, Miguel Etchecolatz, en perjuicio de 272 personas.

 Sobre el destino de Gregorio se sabe muy poco, pero por testimonios de sobrevivientes pudo haber pasado por el pozo de Bánfield y también por el centro clandestino de detención (CCD) Cuatrerismo- Brigada Guemes.

Eduardo Nachman cree en estas hipótesis por la necesidad de control del ex jefe de policía bonaerense. “Etchecolatz manejaba todo. Evidentemente los quería más cerca. En Mar del Plata hubo varios centros clandestinos de detención, pero fueron de traslado, salvo El Faro y la Base de Submarinos, que eran base de tortura y de traslado. Mar del Plata tuvo más de 200 secuestrados, en una población bastante chica, y casi todos fueron trasladados”.

Eduardo Nachman relató que,  por testimonios de ex detenidos “, parece ser que su padre estuvo en el Pozo de Bánfield,  aunque otra persona dijo que vio a un señor que era actor, que venía de Mar del Plata, que tendría 40 o 50 años, y que parecía demente por las torturas, en el centro clandestino de detención Cuatrerismo-Brigada Güemes.

Por otra parte, hay testimonios indirectos que aseguran que lo habrían visto en Puente 12, pero el denunciante falleció, y no hay pruebas directas. «Yo testimonié con los datos que recabé en estos años, uno, anónimo, apenas creada la Conadep -concluye Eduardo-. Otro, en 2007, de un sobreviviente. Son datos que tenía y que los volví a leer y ordenar. Por otra parte, en el juicio por la verdad en Mar del Plata me enteré que el secuestro, en un Peugeot 504 verde claro, lo ejerció José Francisco Bujedo, suboficial de inteligencia en la Marina. Era un árbitro de fútbol reconocido en Mar de Plata. Ya fue condenado y goza de prisión domiciliaria que burla con frecuencia”.